Te vi afirmado contra el tiempo.
Una vejez ecuestre sangraba de tus huesos.
El brillo de un galope
resonaba deshecho en tu guitarra,
y tus horas afinaban el desquite ausente
del vino sin distancia.
Te vi, afirmado en tu cordaje,
demoliendo las huellas
sin respuesta a tus cuerdas
sin urgencia.
Tu destino interroga a bocanadas
y el silencio se duele irrevocable.
El hacha callosa va talando tus dientes.
Hay frió en el surco sin mieses,
en los trojes el invierno te abraza
y en tus hijos los meses se derraman
sin ninguna enseñanza.
Arrastra tu guitarra contra el tiempo
a veces a trasluz semeja un hombre.
La realidad del vino calcinado
participa en tus cuerdas ardidas.
Acerca tu mano hasta la última nota
y golpea con tu voz jornalera
alguna rebeldía
o a tu muchacho,
no lo esperes más junto a las parvas.
No llegará.
Ha visto el carbón en dos bolsillos
y su hacha está mellada en la leña campana
de los quebrachales degollados
en su camisa impaga.
Suena hermoso el boliche en tus dedos.
Está lejos el itin,
la rodeada a oscuras,
el machajuay muerto junto a las parvas
y el muchacho descalzo…
¡Hay que matar la muerte pulsando una guitarra!